Reybert Carrillo
18 Sep 2025
- Además del caimán del Orinoco, el más amenazado, hay otras cuatro especies de crocodilianos que no solo están en los ecosistemas de este río, sino en otros ambientes, como los llanos venezolanos y el litoral caribeño.
- Venezuela es el tercer país del mundo con más especies del orden Crocodilia y dos de ellas están amenazadas, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y el Libro Rojo de la Fauna Venezolana.
- La escasez de información actualizada en Venezuela es un agravante para conocer la realidad de los crocodilianos, en un país donde abundan los ecosistemas fragmentados.
- Tres publicaciones científicas coinciden en que Venezuela tiene limitaciones para definir los datos poblacionales actuales de los crocodilianos.
El caimán del Orinoco (Crocodylus intermedius) es la especie de fauna silvestre más amenazada en la biodiversidad de Venezuela y, al mismo tiempo, la más emblemática del orden Crocodilia. Pero no es la única. Otros cuatro crocodilianos, primos taxonómicos del caimán del Orinoco, también han disminuido en población mientras que sus medios de vida se fragmentan. Además, los estudios y posibles estrategias de conservación son limitados por la falta de financiación.
El caimán de la costa (Crocodylus acutus), el caimán de anteojos (Caiman crocodilus), el babo morichalero (Paleosuchus palpebrosus) y el babo negro (Paleosuchus trigonatus) –los dos últimos también conocidos como caimanes enanos– completan la lista de las especies crocodilianas en Venezuela. Solo Colombia y Brasil tienen más especies diferentes de crocodilianos en ambientes naturales. De las 28 especies identificadas en todo el mundo, cinco están en ecosistemas del territorio venezolano.
La frecuencia con que se estudia en el país la realidad de estos cuatro crocodilianos no es la misma que la del caimán del Orinoco, pese a que también son especies vulnerables, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Tres trabajos publicados en revistas científicas arbitradas lo corroboran. La principal razón es que el caimán del Orinoco es endémico y se disemina únicamente en la hoya orinoquense, mientras que el caimán de la costa, el caimán de anteojos y los caimanes enanos tienen distribuciones más amplias en el continente.
El caimán de la costa (Crocodylus acutus), el caimán de anteojos (Caiman crocodilus), el babo morichalero (Paleosuchus palpebrosus) y el babo negro (Paleosuchus trigonatus) –los dos últimos también conocidos como caimanes enanos– completan la lista de las especies crocodilianas en Venezuela. Solo Colombia y Brasil tienen más especies diferentes de crocodilianos en ambientes naturales. De las 28 especies identificadas en todo el mundo, cinco están en ecosistemas del territorio venezolano.
La frecuencia con que se estudia en el país la realidad de estos cuatro crocodilianos no es la misma que la del caimán del Orinoco, pese a que también son especies vulnerables, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Tres trabajos publicados en revistas científicas arbitradas lo corroboran. La principal razón es que el caimán del Orinoco es endémico y se disemina únicamente en la hoya orinoquense, mientras que el caimán de la costa, el caimán de anteojos y los caimanes enanos tienen distribuciones más amplias en el continente.
El biólogo Álvaro Velasco, con un babo morichalero en sus manos. Foto: cortesía archivo de Álvaro Velasco
El biólogo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y presidente del Grupo de Especialistas en Cocodrilos de Venezuela, Álvaro Velasco, explica que “es un tema de financiamiento”. “Es más fácil conseguir recursos para estudiar al caimán del Orinoco porque está más amenazado”. Señala que el caimán de la costa, aunque también está amenazado, se encuentra desde Florida, en Estados Unidos, hasta las costas ecuatorianas en el Pacífico, en toda la costa caribeña colombiana y venezolana, pero también en Jamaica y Cuba.
“Al caimán de la costa lo encuentras en el interior de Venezuela, en el lago de Maracaibo, el embalse Jatira-Tacarigua, en Falcón, en los ríos Tocuyo y Tucurere y en la bahía de Turiamo. En todos esos lugares se hicieron estudios poblacionales. Al caimán del Orinoco, en cambio, solo lo tienes en la Orinoquía, entonces su población es más reducida, por eso el financiamiento para estudiarlo es mayor”, agrega el biólogo.
Las palabras de Velasco cobran relevancia cuando se revisa el estatus de amenaza para los crocodilianos en Venezuela en plataformas científicas nacionales e internacionales. La UICN clasifica al caimán del Orinoco bajo la categoría en Peligro Crítico, mientras que el Libro Rojo de la Fauna Venezolana le endosa la categoría En Peligro. El caimán de la costa recibe las categorías de Vulnerable y En Peligro por la UICN y el libro rojo venezolano respectivamente. Ni el caimán de anteojos ni los caimanes enanos aparecen reseñados por el libro rojo venezolano. La UICN, en cambio, les da a los tres la categoría de Preocupación Menor.
Uno de los mayores estudiosos de crocodilianos en el país es el biólogo de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Andrés Eloy Seijas. Su libro, Los Crocodylia de Venezuela: Ecología y Conservación (2011), ayuda a comprender etológica, morfológica y fisiológicamente la dinámica crocodiliana en el país. Sin embargo, el trabajo de Seijas sigue siendo la última gran aproximación poblacional que se tiene a escala nacional, y de su publicación ya han pasado catorce años.
Un caimán de la costa o caimán americano acechando en las aguas del litoral central venezolano. Foto: cortesía Alberto Blanco Dávila
El caimán de la costa: el segundo más amenazado
Venezuela es el país con mayor extensión de costa caribeña. A lo largo de esa faja se ha registrado la presencia del caimán de la costa, que también es conocido como caimán americano. El nivel de amenaza de esta especie ha aumentado en todo el continente. Pese a ello, no hay en Venezuela estudios recientes que permitan un diagnóstico poblacional fehaciente.
“Hay estimaciones que indican una densidad de 2.5 caimanes por kilómetro cuadrado de espacio acuático. Estas aproximaciones necesitan una actualización. Desde el río Neverí hasta el golfo de Venezuela hay caimanes de la costa, pero las densidades varían porque la distribución es heterogénea”, le explica a Mongabay Latam Pedro David Vernet, naturalista venezolano, experto en crocodilianos y tortugas marinas, además de miembro de la UICN.
“La laguna de Tacarigua tiene actualmente una de las densidades poblacionales más altas en Venezuela, estimamos que sigue siendo la mayor, como en el pasado. Esa población ha irradiado a otros espacios acuáticos de los alrededores, como Río Chico o Higuerote”, agrega.
El río Yaracuy ha sido otro de los sitios estudiados, debido a la abundancia de ejemplares. Pero el avance de nuevas actividades humanas en el ecosistema ha provocado alteraciones en los patrones de comportamiento de la especie.
“En 2016 se suscitó, en este lugar, un accidente que involucró a un caimán de la costa. El animal mordió a una mujer en la pierna. Aunque el incidente no trajo graves consecuencias a la persona afectada, detonó la hostilidad de las poblaciones cercanas contra la especie. En los siguientes tres meses asesinaron a más de 20 caimanes entre Boca de Aroa y San Felipe”, señala Vernet.
Álvaro Velasco inmoviliza a un caimán de anteojos para su chequeo veterinario y su estudio. Foto: cortesía archivo de Álvaro Velasco
Este escenario se dio también en el marco del dragado del río Yaracuy para construir un balneario, que trajo un desplazamiento hacia las playas de todo el golfo Triste. El medio digital venezolano El Impulso reseñó en su momento que los asesinatos de caimanes aumentaron, especialmente de hembras con huevos. Esto diezmó a la población de caimanes, que es una especie sombrilla.
El biólogo Álvaro Velasco fue tutor, en 2020, de una investigación realizada con el apoyo de la Society for the Study of Amphibians and Reptiles, y publicada en la revista científica Journal of Herpetology, enfocada en los caimanes de la costa en la bahía de Turiamo, estado de Aragua. La investigación encontró una población de 25 ejemplares, cifra que está más cerca del valor mínimo histórico (18 ejemplares para 1986) que del máximo (60 ejemplares en 2003).
Este estudio expone el impacto ambiental del Apostadero Naval Tomás Vega, una base militar establecida desde 1989. Cuando las actividades militares cesan en este ecosistema, las poblaciones del caimán de la costa mejoran sus tasas de crecimiento y los patrones de anidación y hábitat se estabilizan.
Después del caimán del Orinoco, el crocodiliano más amenazado en Venezuela es el caimán de la costa. Foto: cortesía Alberto Blanco Dávila
Este patrón se repite en el sur del lago de Maracaibo. En una investigación más reciente, publicada por el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y la Universidad del Zulia (LUZ), se ubicaron los sitios de anidación del caimán de la costa en la cuenca del río Santa Ana, tributario del Lago de Maracaibo.
El estudio evidenció la irregularidad de anidación de estas especies en un ecosistema que, en el pasado, fue uno de los más equilibrados y abundantes en cuanto a caimanes de la costa. Esto también dejó en evidencia la falta de datos. La amenaza principal del caimán de la costa es el desplazamiento forzado y la fragmentación ecológica.
“No hay dudas de que la principal amenaza del caimán de la costa es la destrucción de su hábitat. La cacería también existe, sobre todo para el consumo. El comercio de pieles no ocurre tanto, salvo por un pequeño nicho de mercado cerca de Colombia”, indica el biólogo Pedro Vernet, quien considera a las playas y lagunas costeras de Chirere, Chirimena, San Francisquito y Los Totumos, en el estado de Miranda, así como la cuenca del río Yaracuy y algunas zonas del sur del Lago de Maracaibo como las más críticas.
Babo negro, uno de los dos tipos de caimán enano presentes en Venezuela. Foto: cortesía Álvaro Velasco
No hay datos sobre caimanes enanos en Venezuela
En el territorio de los caimanes enanos, la minería ilegal avanza en Venezuela ante los ojos del mundo. Una comunidad Yekuana se enfrenta al conglomerado criminal que amenaza sus medios de vida. La cuenca alta del Río Padre también registra actividades inéditas de minería ilegal en los predios de la Reserva de Biósfera Alto Orinoco-Casiquiare. Sin embargo, no es posible saber qué tanto está afectada la especie, pues la poca información disponible sólo da lugar a más preguntas.
Los caimanes enanos en la Orinoquía son estudiados con proyecciones y censos viejos. Los trabajos más recientes son remotos, dado que la accesibilidad a estos lugares es restringida. La información actual también es limitada. Pero es un hecho que hay poblaciones afectadas, tanto de babo negro como de babo morichalero, especialmente por la fragmentación de hábitat derivada de la deforestación y de la minería. Un reciente estudio especializado, publicado en la revista Ecology and Evolution, lo corrobora.
Esta investigación se centra en una superficie continental estimada de 1 993 865 kilómetros cuadrados potencialmente habitados por el babo morichalero y 1 368 089 kilómetros cuadrados potencialmente habitados por el babo negro. Dentro de esa vasta área de estudio, que abarca buena parte del bioma amazónico, se producen las condiciones biogeográficas para clasificarla como “área crítica de conservación”, según la metodología aplicada por los científicos de la Universidad Tecnológica de Texas y la Universidad de Florida, autores del estudio.
Babo morichalero. Foto: cortesía Álvaro Velasco
De esa superficie, el 20.4 % corresponde a ecosistemas venezolanos, repartidos entre las cuencas alta, media y baja del Orinoco, la sección amazónica y penillanuras del Casiquiare-Río Negro, el Macizo Guayanés y el caribe sucrense del Manzanares. La UICN dice que no hay riesgo, pues el babo morichalero y el babo negro son especies sin amenazas latentes debido a su población robusta.
“Los caimanes enanos son especies sin atractivo comercial. Se sabe que en algunas comunidades indígenas los consumen, pero su piel es muy dura y tiene muchos huesos dérmicos”, considera Velasco.
“El tema con estas especies es que hay pocos profesionales estudiándolas, la información es limitada y tampoco hay financiamiento para obtenerla en campo. Sin embargo, es difícil que estas especies se enfrenten a un cuadro de extinción como el del caimán del Orinoco”, agrega.
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Por su parte, Vernet señala que tanto el babo morichalero como el babo negro, aunque tienen grandes similitudes taxonómicas, se diferencian especialmente en cuanto a su hábitat.
“El babo morichalero prefiere las aguas calmadas, de allí su nombre. Le gustan las lagunas y los cuerpos de agua aislados. El babo negro, en cambio, se establece en lugares con cuerpos de agua de mucha corriente, preferiblemente con fondo rocoso”, explica Vernet.
“Ambas especies se caracterizan por habitar espacios muy aislados. Cuando se construyeron las urbanizaciones en la periferia de El Tigre [estado de Anzoátegui], los caimanes enanos fueron desplazados. En el sur del Orinoco es probable que haya escenarios similares, pero a mayor escala y en mayor proporción, pues el avance de la minería en esas áreas crece de forma exponencial, finaliza Vernet.
Un caimán de anteojos nadando en la Orinoquía venezolana. Foto: cortesía Alberto Blanco Dávila
La excepción a la regla: el caimán de anteojos
La situación del caimán de anteojos –también conocido como babo o baba– es, quizás, la más favorable de las cinco especies de crocodilianos que habitan en Venezuela. La UICN no describe mayores amenazas y, a diferencia de los caimanes enanos, sí ha sido estudiado en Venezuela con frecuencia, tanto o más que el propio caimán del Orinoco. Con una diferencia: las motivaciones de su estudio no apuntan a preservarlo sino a diseñar estrategias de aprovechamiento consuntivo, comercial, ético y sustentable.
El caimán de anteojos es el crocodiliano que tiene una mayor distribución poblacional en Venezuela. Eso lo hace, a su vez, el de mayor registro informativo. Distintas universidades como la UCV o la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (UNELLEZ) han financiado numerosos estudios sobre la especie. Asimismo, algunas investigaciones realizadas por algunas ONG, como Profauna, han logrado determinar que la cosecha anual de baba en los llanos venezolanos goza de estándares demostrables de sustentabilidad. Esto ha llevado a que en países como Bolivia, Estados Unidos, Nicaragua, Guyana y Paraguay se replique el modelo de aprovechamiento de este crocodiliano, con un enfoque que, en Venezuela, se da con la figura de los hatos llaneros.
El caimán de anteojos, como todos los demás crocodilianos, es una de las especies paraguas de Venezuela. Foto: cortesía Alberto Blanco Dávila
“Cuando se aprovechaba comercialmente al caimán del Orinoco no existían planes de manejo. Se cazaban individuos adultos, independientemente del sexo, y esto llevó a que la población se viniera abajo, haciendo intervenir al Estado venezolano, que vedó su cacería e intercambio”, explica Velasco, y agrega: “Con la baba se aprendió de esta experiencia y, en 1983, se dio inicio a un estudio que, de forma ininterrumpida hasta 2007, permitió desarrollar un modelo de manejo para mantener a la especie sin amenazas poblacionales importantes”.
Velasco alude a la visión del herpetólogo español José Ayarzagüena sobre la viabilidad consuntiva del caimán de anteojos. El enfoque de Ayarzagüena parte de que solo se puede cazar anualmente un porcentaje específico de individuos machos adultos. Las hembras se preservan y, con ello, se garantiza la capacidad reproductiva de la población. Además, los machos cosechados serían los más longevos y de menor tasa reproductiva, dando paso a los ejemplares jóvenes para el apareamiento con las hembras de cada grupo consolidado.
El caimán de anteojos, como todos los demás crocodilianos, es una de las especies paraguas de Venezuela. Foto: cortesía Alberto Blanco Dávila
“Cuando se aprovechaba comercialmente al caimán del Orinoco no existían planes de manejo. Se cazaban individuos adultos, independientemente del sexo, y esto llevó a que la población se viniera abajo, haciendo intervenir al Estado venezolano, que vedó su cacería e intercambio”, explica Velasco, y agrega: “Con la baba se aprendió de esta experiencia y, en 1983, se dio inicio a un estudio que, de forma ininterrumpida hasta 2007, permitió desarrollar un modelo de manejo para mantener a la especie sin amenazas poblacionales importantes”.
Velasco alude a la visión del herpetólogo español José Ayarzagüena sobre la viabilidad consuntiva del caimán de anteojos. El enfoque de Ayarzagüena parte de que solo se puede cazar anualmente un porcentaje específico de individuos machos adultos. Las hembras se preservan y, con ello, se garantiza la capacidad reproductiva de la población. Además, los machos cosechados serían los más longevos y de menor tasa reproductiva, dando paso a los ejemplares jóvenes para el apareamiento con las hembras de cada grupo consolidado.
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