26 de Septiembre 2024
Hoy nos levantamos muy temprano en la mañana para estar en el aeropuerto de Katmandú a las 6:30am. Nos tocaba volar de Katmandú a Lukla, ciudad desde la que comenzaría nuestra caminata.
En el aeropuerto de Katmandú
En teoría el vuelo salía a las 9:00am, pero transcurrieron un par de horas y a las 11:00 nos informaron que se había cancelado el vuelo por lluvia (en esta época es lo normal). Y como mañana no salen vuelos de ninguna aerolínea hasta Lukla desde ese aeropuerto tuvimos que recalcular el plan.
Viajaríamos por tierra al pueblo de Ramechhap y al amanecer compraríamos pasajes para volar a Lukla. Desde allí sería un vuelo directo de 30 min.
La salida de Katmandú estuvo llena de polvo, humo negro de autobuses y cornetazos indiscriminados con melodías bien variopintas (desconozco el criterio para tocar corneta de esta latitud, pareciera más bien guiada por el deseo o las ganas de joder que por alguna razón relacionada al tráfico).
Salimos de Katmandu por autopista, la autopista se convirtió en carretera, la carretera en caminos de tierra, luego otra vez en carretera de cemento y finalmente en una serpiente asfaltada que avanza a las orillas de un río que de a ratos se hacia grandote y luego se hacía chiquito.
A la derecha había montaña. Una pared de piedra intercalada con muros de contención, vegetación abundante e invasiva y esporádicamente ranchitos de latón, de madera o de ladrillos.
En las zonas más humildes habían puesticos de venta de frutas y en los más poblados tiendas de chucherías, refrescos y alimentos de menudeo tipo abastos.
A la izquierda un río, sembradíos de arroz que adornan el paisaje como parches amorfos de un verde intenso y brillante. Árboles grandes de caucho y algunos conucos de maíz. De este lado de la carretera los ranchitos parecen palafitos de latón munticolor. Hay hoteles y resourts que parecen edificios fantasmas o complejos modernos y lujosos.
A mitad de camino paramos a comer en la casa de los momo, que son como unas empanaditas al vapor rellenas de carne de búfalo, pollo o vegetales (aquí las vacas son sagradas). Llegamos al restaurante, bastante moderno y bonito comparado con el resto del entorno. Y nuestro guía Sherpa pidió Masala Chai para todos y Thukpa, una sopa de fideos con momos sumergidos. El caldo estaba delicioso y súper gustoso. Y luego de comer arrancamos de nuevo nuestro camino.
Desde que salimos de la ciudad y nos metimos en la montaña la temperatura bajó a 15 grados, se siente como si fuéramos a la Colonia Tovar por la carretera de Cuyagua.
Como en cualquier pueblo venezolano hay niños jugando a la orilla de la carretera en la acera (que no existe), descalzos, sucios y contentos. Los carros les pasan muy cerca pero ellos ni sus madres se inmutan.
Hay algunos huertos a pata de carretera y como fauna vimos perros libres, bucerritos en corrales y gallinas grandes y gordas.
De mis cosas favoritas del viaje están los niños uniformados regresando a casa después del colegio. Con camisa color lila, pantalones y corbata vinotino que desencajan completamente con el paisaje de “carretera de pueblo”.
Vimos muchas mujeres vestidas con sus pantalones de algodón y sus kurtas de colores (camisas manga larga hasta las rodillas) que combinaban a la perfección. Pantalón amarillo y camisa blanca con estampados a juego. Pantalón y camisa roja con sari amarillo. Pantalón morado y camisa roja. Un paisaje multicolor espectacular muy glamoroso y coqueto. Cerca de los sembradíos de arroz muchas de estas mujeres llevaban una hoz como instrumento de trabajo, dándoles un aspecto un tanto letal. Aunque había una rascándose la espalda con la cuchilla metálica. No debe haber estado muy afilado…
El jeep donde vamos es un Tata (marca India) de 8 puestos. Vamos apretaditos pero contentos. Tony va meditando, Peggy va durmiendo, Pemba nuestro guía Sherpa va acostado en el asiento de atrás. Alfredo va de copiloto respondiendo mensajes de Instagram de sus seguidores y yo voy en el medio del asiento de atrás con los ojos pelados tratando de grabarme todo el paisaje.
Aunque todo es nuevo me resulta muy familiar. Los tonos de verdes, son nuestros verdes del trópico (brillante, vivo, abundante e invasivo), los huecos de la carretera, el clima tropical, los ranchitos, la pobreza, la vibra de pueblo venezolano y los paisajes.
Las maletas van en el techo y la camioneta por dentro tiene detalles muy particulares. Al frenar se prende una luz verde en los pies del chofer. La corneta es un dispositivo amarrado con teipe en el agarra manos del piloto que cuando lo aprieta suena como una ambulancia. La palanca de los cambios está a la izquierda y esté en la velocidad que esté se desmaya a la izquierda como si tuviera sueño. En el tablero llevamos un mani que nos permite ir acumulando “spiritual points” a medida que avanzamos. Y en las ventanas auxiliares de los puestos de atrás hay calcomanías con manitos en namaste (el saludo típico nepalí).
En el último trayecto el chofer pone música típica que suena a bollliwood y se baila con las manos como espantando moscas y mosquitos. El chofer prende los bajos y la música se apodera de nuestros latidos . Los tambores y las flautas repiquetean, el volumen está bastante más alto de lo necesario.
Esta carretera no es apta para todo público mucha curva y poca calle. Me imagino a mis tias con la mano en el agarra de seguridad y los pies en la guantera.
En algún punto de la carretera nos cruzamos con una pared llena de espejos de carro que los conductores dejan como tributo para evitar accidentes de tráfico. Es una pared larga que mi padrino hubiera encontrado súper interesante y seguro podría escribir alguna reseña de ello.
El día ha sido largo y yo ya estoy lista para llegar. Tengo las nalgas dormidas y una necesidad inminente de llegar a la próxima letrina (si, letrina… a partir de ahora solo habrá letrinas 😬). No me imagino a mis amigos en este tipo de baños.
La velocidad máxima son 20 km por hora con lo cual el camino ha sido lento, laaaaaaaaargo pero pintoresco. Ya en este último tramo hasta las vacas de la carretera van más rápido que nosotros.
Se hace de noche y la montaña se llena de lucesitas, cual pecebres navideños. Muchos caseríos y pueblitos que existen al costado del Río son como un cielo estrellado sobre la montaña.
Llevamos 4 alcabalas y en ninguna nos han nos han pedido una aportación “voluntaria” para el café o el fresco. Al parecer los nepalí son muy correctos y respetuosos de la ley, las personas y la diversidad en general. Creo que pudiera acostumbrarme a este tipo de buenas práctica.
5 horas y muchas curvas después, llegamos al “Sunita Hotel and Lodge”. Un hotel pequeño al borde de la carretera. Una habitación digna, un ventilador potente, un colchón extremadamente firme, una poceta con ducha (2 en 1), agua caliente y wifi. Esta modalidad de glamping no es apta para todo el mundo.
Apenas son las 20:00 y yo ya estoy lista para bañarme y acostarme a dormir. El resto del equipo se fueron de rumba al centro del pueblo y ya mañana me contarán.
El viaje de hoy fue muy largo pero cumplidor. Mañana será otro día para contar. Buenas noches!!!
Viajaríamos por tierra al pueblo de Ramechhap y al amanecer compraríamos pasajes para volar a Lukla. Desde allí sería un vuelo directo de 30 min.
La salida de Katmandú estuvo llena de polvo, humo negro de autobuses y cornetazos indiscriminados con melodías bien variopintas (desconozco el criterio para tocar corneta de esta latitud, pareciera más bien guiada por el deseo o las ganas de joder que por alguna razón relacionada al tráfico).
Salimos de Katmandu por autopista, la autopista se convirtió en carretera, la carretera en caminos de tierra, luego otra vez en carretera de cemento y finalmente en una serpiente asfaltada que avanza a las orillas de un río que de a ratos se hacia grandote y luego se hacía chiquito.
A la izquierda un río, sembradíos de arroz que adornan el paisaje como parches amorfos de un verde intenso y brillante. Árboles grandes de caucho y algunos conucos de maíz. De este lado de la carretera los ranchitos parecen palafitos de latón munticolor. Hay hoteles y resourts que parecen edificios fantasmas o complejos modernos y lujosos.
Como en cualquier pueblo venezolano hay niños jugando a la orilla de la carretera en la acera (que no existe), descalzos, sucios y contentos. Los carros les pasan muy cerca pero ellos ni sus madres se inmutan.
Hay algunos huertos a pata de carretera y como fauna vimos perros libres, bucerritos en corrales y gallinas grandes y gordas.
De mis cosas favoritas del viaje están los niños uniformados regresando a casa después del colegio. Con camisa color lila, pantalones y corbata vinotino que desencajan completamente con el paisaje de “carretera de pueblo”.
Vimos muchas mujeres vestidas con sus pantalones de algodón y sus kurtas de colores (camisas manga larga hasta las rodillas) que combinaban a la perfección. Pantalón amarillo y camisa blanca con estampados a juego. Pantalón y camisa roja con sari amarillo. Pantalón morado y camisa roja. Un paisaje multicolor espectacular muy glamoroso y coqueto. Cerca de los sembradíos de arroz muchas de estas mujeres llevaban una hoz como instrumento de trabajo, dándoles un aspecto un tanto letal. Aunque había una rascándose la espalda con la cuchilla metálica. No debe haber estado muy afilado…
El jeep donde vamos es un Tata (marca India) de 8 puestos. Vamos apretaditos pero contentos. Tony va meditando, Peggy va durmiendo, Pemba nuestro guía Sherpa va acostado en el asiento de atrás. Alfredo va de copiloto respondiendo mensajes de Instagram de sus seguidores y yo voy en el medio del asiento de atrás con los ojos pelados tratando de grabarme todo el paisaje.
Aunque todo es nuevo me resulta muy familiar. Los tonos de verdes, son nuestros verdes del trópico (brillante, vivo, abundante e invasivo), los huecos de la carretera, el clima tropical, los ranchitos, la pobreza, la vibra de pueblo venezolano y los paisajes.
Esta carretera no es apta para todo público mucha curva y poca calle. Me imagino a mis tias con la mano en el agarra de seguridad y los pies en la guantera.
Pared de espejos
Se hace de noche y la montaña se llena de lucesitas, cual pecebres navideños. Muchos caseríos y pueblitos que existen al costado del Río son como un cielo estrellado sobre la montaña.
Llevamos 4 alcabalas y en ninguna nos han nos han pedido una aportación “voluntaria” para el café o el fresco. Al parecer los nepalí son muy correctos y respetuosos de la ley, las personas y la diversidad en general. Creo que pudiera acostumbrarme a este tipo de buenas práctica.
5 horas y muchas curvas después, llegamos al “Sunita Hotel and Lodge”. Un hotel pequeño al borde de la carretera. Una habitación digna, un ventilador potente, un colchón extremadamente firme, una poceta con ducha (2 en 1), agua caliente y wifi. Esta modalidad de glamping no es apta para todo el mundo.
El viaje de hoy fue muy largo pero cumplidor. Mañana será otro día para contar. Buenas noches!!!
Para leer mas...
Expedición
#EverestCampBase, Saliendo de Katmandu, 27 de septiembre 2024
Expedición #EverestCampBase, El día de hoy fue arrechisimo, 29 de septiembre 2024, Día 7
https://ambientesostenibilidadve.blogspot.com/2024/09/expedicion-everestcampbase-el-dia-de.html
Saludos a Peggy... Que duerma mucho... Que vea el camino... Mis mejores deseos para ustedes. Buena travesía
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