miércoles, 6 de agosto de 2025

Niños, niñas y jóvenes enfrentan un “duelo ecológico” ante avance de la crisis climática. por @CronicaUno


Inundaciones, sequías, deslizamientos de tierra, desertificación y olas de calor extremo exponen a la niñez y a la adolescencia a la desigualdad, la pobreza y la migración forzada. En campos y regiones remotas la incidencia de desastres naturales obliga a familias enteras a desplazarse en busca de mejor calidad de vida.

Caracas. En la sabana de Carora, estado Lara, una serie de fenómenos climáticos obliga a los agricultores y a sus familias a abandonar las tierras que cultivan desde hace siglos. Los suelos estériles ya no dan frutos, los chivos no sobreviven al calor extremo y las lagunas se secan. Un manto desértico avanza sin control sobre lo poco que queda de unos terrenos que, por generaciones, albergaron los sembradíos más productivos de la región.

“Mis hijos viven desesperados por el calor y me preguntan cuándo volveremos a sembrar. Ya no corren por los campos donde crecieron porque solo hay polvo. Estos cambios los afectan, pero la situación nos obliga a irnos porque el desierto nos está tragando”, cuenta Marcos, un agricultor de 33 años de edad.

Su familia habita y trabaja esta tierra desde el siglo XVIII, pero ahora se ven forzados a abandonar su hogar.

En la sabana de Carora, estado Lara, una serie de fenómenos climáticos obliga a los agricultores y sus familias a abandonar las tierras que cultivan desde hace siglos. Foto cortesía: Contrapunto.

La historia de Marcos es similar a la otros agricultores que se enfrentan al mismo dilema: irse o quedarse en la tierra que los vio crecer. Para él, el desarraigo no es solo físico, sino también cultural, en especial para los más jóvenes. Teme que sus hijos, de ocho y seis años de edad, pierdan sus costumbres y no logren adaptarse a la vida citadina, caótica y acelerada.

Ecos de la vulnerabilidad infantil

En julio pasado la organización Clima21 publicó un informe que revela cómo los desastres naturales, las enfermedades asociadas a los cambios climáticos y las olas de calor impactan en la infancia, sobre todo en grupos vulnerables de áreas remotas y caseríos.

Un apartado del documento aborda la incidencia de la crisis climática en el aumento de la conflictividad social y el desplazamiento interno. Expertos consultados por Cronica Uno destacan la urgencia de proteger a la niñez con la implementación de politicas orientadas a fortalecer los sistemas de protección social, fomentar la participación activa de la sociedad civil en el monitoreo de políticas ambientales

“Cuando una familia del campo migra llega a una ciudad que no conoce. Los niños, niñas y adolescentes que crecieron conociendo los ciclos de la siembra se enfrentan a un mundo desconocido y muchos terminan en malos pasos. Se pierde el vínculo con la familia y lo más doloroso es que no podemos hacer nada”, lamentó Marcos.

En el semiárido larense la crisis climática alcanzó su punto álgido en 2024. Desde entonces, el panorama empeoró. Las temperaturas llegaron a los 42 grados y las plagas acabaron con los pocos cultivos que se desarrollaban. Familias enteras emigraron a otras regiones, o se fueron del país, y las pocas que se quedaron deben lidiar a diario con cambios abruptos en las condiciones climáticas.

Inundaciones, sequías, deslizamientos de tierra, desertificación y olas de calor extremo exponen a niños y adolescentes a la desigualdad, la pobreza y la migración forzada. Foto cortesía: Contrapunto.

La sequía que asola los campos de cultivo y trastoca la rutina de los larenses es solo una arista del problema. En otras regiones, el cambio climático se manifiesta con inundaciones, tormentas, deslizamientos de tierra y calor extremo. Los niños, niñas y adolescentes se ven limitados de ir a la escuela, compartir con sus amigos o desarrollarse plenamente en sociedad.

Alejandro Álvarez, coordinador general de Clima21, explicó que los factores climáticos que generan desplazamientos internos afectan a las comunidades según sus vulnerabilidades geográficas o sociales. Los casos más notorios se documentaron en las comunidades yukpa, asentadas en la Sierra de Perijá, en el semiárido larense y en la Guajira.

El deslizamiento de tierra se originó debido a la formación de dos lagunas en la cima del talud producto de las lluvias. Foto: Maryerlin Villanueva

En todas estas poblaciones afectadas, el grupo de riesgo se compone de niños, niñas y adolescentes, en especial los indígenas, quienes viven con alguna discapacidad o son parte de la población de lesbianas, gais, bisexuales, trans y queer (LGBTQ+). La pobreza, la discriminación y el poco acceso a los servicios básicos agravan la situación.

Riesgos de la migración

A pesar de que el deslave de La Guaira, en 1999, demostró el impacto masivo de los eventos climáticos en la población, en la actualidad no existen datos oficiales sobre la cantidad de personas que se desplazan dentro del país por estas causas. La falta de información impide que las autoridades diseñen políticas públicas efectivas o brinden asistencia focalizada a las comunidades vulnerables.

En la actualidad no existen datos oficiales sobre la cantidad de personas que se desplazan por desastres naturales. Mariela Nava

Álvarez indicó que, aunque en el país impera la opacidad, en el contexto internacional se documenta que los niños, niñas y adolescentes en situación de desplazamiento son blanco de redes criminales y grupos armados.

“Los utilizan para el tráfico de personas o el reclutamiento de menores, una amenaza grave que se suma a su ya precaria situación”.

El Informe Global sobre Desplazamiento Interno (GRID) de 2025 señala que los desastres naturales provocaron casi el doble de desplazamientos en 2024 que el promedio anual de la última década. El estudio destaca la vulnerabilidad de países como Venezuela a estos eventos, aunque no se dispone de las cifras exactas.

Datos recabados en el territorio dan cuenta de la magnitud que los desastres naturales causan en las familias. Un informe de Cáritas reveló que las intensas lluvias de julio pasado causaron graves afectaciones en varios municipios del estado Táchira. Más de 8000 familias resultaron perjudicadas por las tormentas y 88 tuvieron que ser reubicadas por vivir en zonas de alto riesgo. Un total de 262 viviendas quedaron destruidas.

El “duelo ecológico” en la infancia

Skeilly Castellanos, especialista en psicología infantil, detalló que en este tipo de tragedias los niños y niñas experimentan un “duelo ecológico”. Este término alude a la pérdida del hogar, el entorno familiar, los hábitos comunitarios y las rutinas. Estos cambios abruptos generan tristeza, ansiedad y rabia.

lluvia

La falta prolongada de escuela, atención médica y servicios básicos son otros factores que impactan severamente a los niños. Foto: Cortesía Sistema de Gestión de Riesgo

La especialista explicó que algunos niños y niñas sobrellevan este tipo de reveses con rutinas que recuerdan su vida anterior o con juegos que simbolizan lugares queridos. También suelen reinterpretar la situación como parte de un nuevo comienzo. Sin embargo, esto depende de las oportunidades de estabilidad que tengan luego del evento y de la contención emocional que le brinden los adultos.

Sin embargo, la separación repentina de sus padres, madres o cuidadores en el contexto de desplazamiento forzado puede afectar la capacidad de los niños, niñas y adolescentes para establecer vínculos afectivos.

“Este quiebre familiar puede generar desregulación emocional, inseguridad y dificultades para confiar en otros, lo que a largo plazo aumenta el riesgo de desarrollar ansiedad, comportamientos desafiantes o trastornos de apego”.

La falta prolongada de escuela, atención médica y servicios básicos son otros factores que impactan severamente porque no solo los limita académicamente, sino que los priva de espacios para regularse emocionalmente y les resta sentido de pertenencia y contacto social con otros niños y niñas.

La Guaira

Foto: cortesía Prensa Gobernación La Guaira

Castellanos recomendó que, además de asegurar servicios básicos y entornos seguros, es fundamental fomentar el apoyo comunitario y familiar. Se deben desarrollar espacios para expresar emociones, construir resiliencia, comprender los eventos vividos desde un lenguaje acorde a la edad y nivel de comprensión de los niños, niñas o adolescentes.

“Es importante comprender que estos desastres no son previsibles, pero sí gestionables emocionalmente. Cualquier niño, niña o adolescente puede enfrentarse a estas situaciones, pero cuando suceden, ayudarlos a fortalecer la resiliencia y la resistencia emocional puede ser la diferencia para evitar traumas en la adultez”.

Tomado de:

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