América Latina se encamina hacia un escenario crítico entre 2025 y 2050, donde el cambio climático amenaza con erosionar progresivamente su productividad total de los factores (PTF). El Estudio Económico de América Latina y el Caribe de la CEPAL, a través de su Gráfico IV.2, modela una función de daño (DtA) que traduce el aumento de la temperatura global en pérdidas económicas tangibles para la región.
Esta proyección es contundente: si no se implementan políticas de mitigación y adaptación, la eficiencia productiva de la región podría sufrir una caída acumulada superior al 10% para mediados de siglo. Sectores vitales como la agricultura y el turismo, intrínsecamente ligados al clima, serían los más golpeados, con consecuencias directas sobre el empleo, la seguridad alimentaria y la cohesión territorial.
Más allá de los análisis técnicos, esta situación representa una llamada de atención urgente para gobiernos, comunidades y organismos multilaterales. La función de daño no es una mera abstracción matemática; es el presagio de millones de vidas impactadas por sequías más severas, la pérdida de biodiversidad, migraciones forzadas y el colapso de economías locales.
La CEPAL propone una estrategia integral: alinear las políticas climáticas con el
desarrollo productivo, el empleo verde y la gobernanza territorial. Esto implica una inversión no solo en infraestructura resiliente, sino también en el fortalecimiento de capacidades locales, la restauración ecológica y la planificación participativa.
En el contexto venezolano, donde la degradación de tierras y la vulnerabilidad hídrica se superponen con desafíos sociales, esta narrativa adquiere una relevancia particular. La transición ecológica no puede postergarse. Cada grado de calentamiento evitado representa una oportunidad para salvaguardar la productividad, la dignidad y la esperanza.
Venezuela, con su vasto patrimonio de bosques tropicales, juega un papel fundamental. Este capital natural, históricamente subutilizado, ofrece al país una oportunidad única para liderar proyectos de forestación y reforestación en tierras degradadas, conforme a los estándares internacionales de carbono. Estas iniciativas no solo contribuirían a mitigar el cambio climático, sino que también generarían empleo rural, revitalizarían territorios y atraerían financiamiento climático.
Adicionalmente, la restauración de cuencas hidrográficas, zonas afectadas por incendios o minería, y corredores biológicos puede potenciar la seguridad hídrica y la resiliencia territorial. La economía forestal sostenible, basada en productos no maderables como resinas, frutos, fibras o aceites esenciales, presenta una vía concreta para dinamizar las economías locales con un impacto ambiental reducido.
Para concretar este potencial, se requiere una política forestal moderna, inversión estratégica(BID, FAO, OIMT, FONDO DE ADAPTACION), formación técnica y, fundamentalmente, una visión de país compartida. El cambio climático nos exige reimaginar el desarrollo, no solo mediante la reducción de emisiones, sino transformando las bases productivas, protegiendo a los más vulnerables y construyendo un futuro donde el trabajo, la naturaleza y la dignidad humana coexistan.
América Latina, y Venezuela en particular, poseen el talento, la biodiversidad y la creatividad para convertir esta amenaza en un motor de transformación. Sin embargo, el tiempo apremia. La elección entre una transición justa, regenerativa y profundamente humana, o lamentar una oportunidad perdida, está en nuestras manos. Es imperativo actuar ahora.
Prof. Álvaro Zambrano Carrera
Ingeniero Forestal – Consultor Ambiental y Forestal – Especialista en Ecosistemas y restauración ecológica – Project Management, Línea de Investigación: Economía Climática – Docente Universitario
En el contexto venezolano, donde la degradación de tierras y la vulnerabilidad hídrica se superponen con desafíos sociales, esta narrativa adquiere una relevancia particular. La transición ecológica no puede postergarse. Cada grado de calentamiento evitado representa una oportunidad para salvaguardar la productividad, la dignidad y la esperanza.
Venezuela, con su vasto patrimonio de bosques tropicales, juega un papel fundamental. Este capital natural, históricamente subutilizado, ofrece al país una oportunidad única para liderar proyectos de forestación y reforestación en tierras degradadas, conforme a los estándares internacionales de carbono. Estas iniciativas no solo contribuirían a mitigar el cambio climático, sino que también generarían empleo rural, revitalizarían territorios y atraerían financiamiento climático.
Adicionalmente, la restauración de cuencas hidrográficas, zonas afectadas por incendios o minería, y corredores biológicos puede potenciar la seguridad hídrica y la resiliencia territorial. La economía forestal sostenible, basada en productos no maderables como resinas, frutos, fibras o aceites esenciales, presenta una vía concreta para dinamizar las economías locales con un impacto ambiental reducido.
Para concretar este potencial, se requiere una política forestal moderna, inversión estratégica(BID, FAO, OIMT, FONDO DE ADAPTACION), formación técnica y, fundamentalmente, una visión de país compartida. El cambio climático nos exige reimaginar el desarrollo, no solo mediante la reducción de emisiones, sino transformando las bases productivas, protegiendo a los más vulnerables y construyendo un futuro donde el trabajo, la naturaleza y la dignidad humana coexistan.
América Latina, y Venezuela en particular, poseen el talento, la biodiversidad y la creatividad para convertir esta amenaza en un motor de transformación. Sin embargo, el tiempo apremia. La elección entre una transición justa, regenerativa y profundamente humana, o lamentar una oportunidad perdida, está en nuestras manos. Es imperativo actuar ahora.
Prof. Álvaro Zambrano Carrera
Ingeniero Forestal – Consultor Ambiental y Forestal – Especialista en Ecosistemas y restauración ecológica – Project Management, Línea de Investigación: Economía Climática – Docente Universitario
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