- Cambios drásticos tras 40% adopción de vehículos eléctricos.
- Gasolineras cierran, mecánicos desaparecen.
- Repuestos escasean, precios se disparan.
- Vida diaria con coche a combustión: más difícil y cara.
- Noruega y China: ejemplos reales del futuro cercano.
- Políticas públicas y adaptación urgente: clave para evitar caos.
Para millones de conductores, el coche de combustión ha sido sinónimo de autonomía, rutina y economía. Pero ese paisaje familiar está cambiando. Una vez que los vehículos eléctricos superan el umbral del 40 % de adopción, los pilares que sostienen la movilidad a gasolina —infraestructura, economía y conveniencia— comienzan a colapsar.
Lo que fue cómodo y barato, pronto se vuelve escaso y costoso. Esta transformación, ya en marcha en países como Noruega y China, no es una posibilidad lejana: es una certeza que muchos países enfrentarán en menos de una década.
De la curva S a la curva de colapso
Aunque el crecimiento de los VE sigue una curva en S típica de muchas innovaciones tecnológicas, lo que ocurre al cruzar el 40 % es más bien una caída en picado para los ICE (vehículos de combustión interna). En esta fase, las infraestructuras antiguas no simplemente disminuyen: se desmoronan con rapidez. No es solo que haya menos estaciones de servicio o talleres mecánicos; es que dejan de ser viables económicamente. Al perder volumen, pierden ingresos. Y al perder ingresos, cierran.
Este fenómeno ya está en marcha en Noruega, donde los VE representan más del 90 % de las ventas de nuevos coches. El país ha demostrado que, a partir de cierto punto, el cambio se acelera por sí solo: las estaciones de gasolina desaparecen de las zonas urbanas, y los talleres tradicionales ya no encuentran suficiente clientela para mantenerse a flote.
El fin de una era para las estaciones de servicio
Las gasolineras no desaparecerán de la noche a la mañana, pero lo harán de forma progresiva y selectiva. Primero caerán las estaciones independientes, especialmente en áreas urbanas y suburbanas donde el coche eléctrico es más común. Luego, incluso las grandes cadenas empezarán a cerrar puntos de venta menos rentables o convertirlos en centros de recarga eléctrica.
Las gasolineras no desaparecerán de la noche a la mañana, pero lo harán de forma progresiva y selectiva. Primero caerán las estaciones independientes, especialmente en áreas urbanas y suburbanas donde el coche eléctrico es más común. Luego, incluso las grandes cadenas empezarán a cerrar puntos de venta menos rentables o convertirlos en centros de recarga eléctrica.
En China, donde las ventas de VE superaron el 50 % recientemente, los grandes operadores energéticos ya están invirtiendo en infraestructura de recarga, anticipando el abandono del negocio minorista de combustibles fósiles. Este giro estratégico también se refleja en los movimientos de empresas como Shell y TotalEnergies, que están expandiendo su red de cargadores rápidos en Europa y Asia.
El número de gasolineras en Japón se ha reducido a la mitad en el último cuarto de siglo, según Masatoshi Kojima, profesor de la Universidad de Toyo y experto en la distribución de petróleo en este país.
Mecánica tradicional: una profesión en extinción
Los mecánicos especializados en motores de combustión enfrentan un desafío similar al que vivieron los técnicos de revelado fotográfico cuando llegaron las cámaras digitales. Los coches eléctricos no necesitan cambios de aceite, ni bujías, ni filtros de aire. Tampoco tienen escape, embrague ni correa de distribución. Como resultado, hasta un 70 % menos de mantenimiento.
La realidad es que, si no se actúa con anticipación, miles de empleos desaparecerán, sobre todo en pequeñas localidades donde estos servicios eran un motor económico.
Repuestos y seguros: la tormenta que se avecina
Otro efecto menos visible, pero igual de disruptivo, es la escasez de repuestos. Cuando los fabricantes dejan de producir ciertos modelos, también dejan de fabricar sus componentes. Y como los ICE dejan de venderse, sus piezas se vuelven caras, raras o simplemente imposibles de encontrar.
A esto se suma el encarecimiento de los seguros. Las aseguradoras ya están ajustando sus tarifas al alza para vehículos con más riesgo de averías costosas y menor valor de reventa. El resultado será un cóctel de costes crecientes, tanto para propietarios como para talleres que aún dependen del flujo de vehículos de combustión.
En Países Bajos, los informes del sector asegurador ya proyectan primas hasta un 25 % más altas para vehículos ICE a partir de 2030, debido al encarecimiento de reparaciones y la reducción del número de talleres autorizados.
Cambios urbanos que refuerzan el cambio
A todo esto se suman nuevas normativas de movilidad. Las zonas de bajas emisiones se multiplican en ciudades europeas. En lugares como Madrid, París o Ámsterdam, los coches contaminantes ya tienen el paso limitado o prohibido. Y con cada año que pasa, las restricciones se endurecen.
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