Después de 102 años y tras una inversión que superó los 1.400 millones de euros para mejorar la calidad de agua, el icónico río Sena de París ha vuelto este verano a ser apto para bañistas. Desde el 5 de julio hasta el 31 de agosto, algunos espacios han sido habilitados como piscinas públicas, siguiendo el modelo de otras ciudades como Zúrich o Copenhague.
Detrás de la novedad que llama la atención de vecinos y turistas, hay una compleja trama por el tratamiento de las aguas del río que lleva años. Y continúa: del 6 al 9 de julio se han cerrado los accesos por una lluvia que obligó a valorar nuevamente la purificación.
El río Sena, un símbolo de París
El río Sena recorre 777 kilómetros desde Borgoña hasta su desembocadura en el canal de la Mancha, en Le Havre. La capital francesa está justo en la mitad y ha sido su vínculo con el río el que le dio forma a la ciudad desde sus orígenes. Napoleón lo llamaba la “calle principal” y durante años fue el punto de encuentro para el ocio o el comercio.
También allí acudían las lavanderas y los estibadores. Por su posición estratégica, a principios del siglo XVIII estaba tan rebasado de barcos que se iniciaron proyectos de tres canales que hoy dan vida a otras zonas de París: l'Ourcq, Canal Saint-Martin y Canal Saint-Denis.
La nueva red trajo alivio de tráfico marítimo, pero ante el furor industrial no pudo impedir que las aguas se transformaran en un vertedero. El otro problema que se añadió es que el crecimiento habitacional de París provocó que muchas construcciones no estuvieran bien conectadas a las redes de alcantarillado. La amenaza pasó a ser -y ahora continúa, en menor medida- la lluvia. Cuando las tuberías se desbordan, las aguas residuales iban al Sena.
El problema de las lluvias
También allí acudían las lavanderas y los estibadores. Por su posición estratégica, a principios del siglo XVIII estaba tan rebasado de barcos que se iniciaron proyectos de tres canales que hoy dan vida a otras zonas de París: l'Ourcq, Canal Saint-Martin y Canal Saint-Denis.
La nueva red trajo alivio de tráfico marítimo, pero ante el furor industrial no pudo impedir que las aguas se transformaran en un vertedero. El otro problema que se añadió es que el crecimiento habitacional de París provocó que muchas construcciones no estuvieran bien conectadas a las redes de alcantarillado. La amenaza pasó a ser -y ahora continúa, en menor medida- la lluvia. Cuando las tuberías se desbordan, las aguas residuales iban al Sena.
El problema de las lluvias
Hace unos años eso causaba epidemias por las bacterias de la materia fecal, por eso se prohibió su baño y consumo en 1923. De un día para el otro, el punto de encuentro de los parisinos se redujo a ser en un bonito fondo de pantalla de las fotos de los turistas. A casi cien años de su inhabilitación, en 2015, comenzaron con la idea de recuperarlo para los bañistas.
Jean-Baptiste Gurliat / Ville de Paris
Para conseguirlo, las principales medidas estuvieron enfocadas en el tratamiento de las aguas residuales. Por un lado, mejorar el rendimiento de las instalaciones y, por el otro, modernizar el sistema de alcantarillado para separarlo de las aguas pluviales. Una muestra de cómo la calidad ha mejorado son las especies de peces que habitan sus aguas: en 1970 eran tres y en 2024 se contabilizaron cerca de 34, según las autoridades, equivalentes a sus especies originales previas a la actividad humana.
Hay truchas, anguilas y sábalos. Pero también sucede algo curioso: los pescadores muchas veces han introducido especies no autóctonas de forma natural. Por eso, para frenar su crecimiento descontrolado, tienen prohibido devolverlos tras la pesca como puede ser de la perca de sol o del bagre.
Otra manera de medir la biodiversidad es la cantidad de macroinvertebrados o el índice de diatomeas. La presencia de algas en los estudios, pero no en exceso, es un indicador de agua pura.
El éxito lo explican con un cálculo muy sencillo: en treinta años los vertidos se han reducido a una décima parte y con las nuevas obras, se reducen a otro diez por ciento. También se ha ampliado la capacidad de los aliviaderos. Una de las obras más relevantes ha sido la inauguración del Bassin d’Austerlitz, una cuenca de 50.000 metros cúbicos que almacena aguas residuales y pluviales durante las fuertes lluvias. Debe ocurrir una tormenta apocalíptica sin precedentes en París para alcanzar su máxima capacidad.
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También se inauguraron la cuenca de Ru Saint-Baudile, un colector de 10 kilómetros de longitud, una planta de tratamiento de aguas pluviales en Val-de-Marne para “purificarla” antes de salir al entorno natural y la segunda planta de tratamiento de aguas residuales más grande del mundo.
Desconfianza por el funcionamiento de las obras
Previo a la inauguración de estas obras, en el verano de 2023 ya era posible bañarse en 7 de cada 10 días, según las directivas de la Unión Europea. El período estival es el único permitido porque los rayos UV y el caudal más bajo también ayudan a una mejor calidad del agua.
Las posibilidades de que no fuera recomendable el baño solo sucederían si hay una falla técnica, como ha sucedido en 2023 con el mal funcionamiento de una válvula que descargó una mezcla de aguas residuales y pluviales en el Sena.
Este caso excepcional ha alimentado la desconfianza de muchos, al punto que la alcaldesa parisina Anne Hidalgo se ha lanzado al agua antes de los Juegos Olímpicos 2024 para mostrar que todo estaba en condiciones. En la inauguración del verano de 2025, más de 2.300 personas acudieron a los tres centros de baño del Sena: Bras-Marie, Bras de Grenelle y Bercy.
Pero una lluvia posterior obligó a interrumpir la actividad durante los siguientes cuatro días.
¿CÓMO SE MIDE la calidad del agua?
Todos los días se realizan mediciones de la calidad microbiológica del agua en esos espacios a través del cálculo de presencia de gérmenes patógenos como la Escherichia coli y el enterococcus, habitualmente de las heces humanas. Además de estudios de laboratorios, cuenta con un sistema de alerta temprana con tecnología que identifica la presencia de bacterias en 15 minutos.
Según las muestras publicadas a diario durante los Juegos Olímpicos 2024, la calidad del agua depende casi exclusivamente de las precipitaciones. Pero hay cuatro factores que se deben medir:
- La lluvia: no es que las lluvias automáticamente contaminen las aguas, pero hay más posibilidades de que el agua no tratada fluya hacia el Sena y para restablecerlo se recomienda esperar, al menos, dos días.
- El caudal: durante el verano está más bajo, por lo tanto, las bacterias tardan más en difuminarse. Oscila entre 100 m3/s y 150 m3/s, mientras que en el resto del año es de 400 a 600 m3/s. Por eso, el baño al público nunca podrá extenderse mucho más que el período actual.
- Temperatura: en verano el agua está más cálida y beneficia a los bañistas porque el calor provoca una muerte natural de las bacterias.
- El sol: al igual que la temperatura, los rayos UV ayudan a degradar a las bacterias.
Luego del primer día en el que llovió, las mediciones fueron negativas y la reapertura se hizo esperar más de lo que esperaba la alcaldía. El jueves 10 de julio los parisinos recuperaron las tres zonas del Sena dispuestas para el baño. Habrá que ver hasta cuándo.
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