Por Thomas Handley
La selva amazónica ha sido símbolo de vida, naturaleza y aire puro. Desde hace décadas, se la conoce popularmente como “el pulmón del mundo”, una imagen poderosa que generó conciencia ambiental en todo el planeta. Pero ¿qué tan cierta es esta afirmación? La ciencia actual nos invita a repensar esta metáfora y a valorar a la Amazonía desde una perspectiva más precisa y urgente.
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El verdadero origen del oxígeno que respiramos
La idea de que la Amazonía produce la mayor parte del oxígeno del planeta ha sido ampliamente difundida, aunque carece de respaldo científico sólido. Según el geógrafo brasileño Antonio Fábio, esta imagen proviene de una época en la que se conocía poco sobre los mecanismos globales de fotosíntesis. En realidad, más del 50 % del oxígeno atmosférico proviene de los océanos, y no de los bosques tropicales.
Los verdaderos protagonistas de este proceso son los organismos microscópicos que habitan los mares, especialmente el fitoplancton. Estos diminutos seres realizan la fotosíntesis en cantidades masivas, gracias a la vasta extensión oceánica y su alta productividad biológica. Esta revelación no le quita valor a la Amazonía, pero obliga a ajustar nuestra comprensión sobre su papel ambiental.
Una selva que regula el clima del continente
Aunque no es la principal fuente de oxígeno, la Amazonía es fundamental para el equilibrio ecológico. Con una extensión de 5,5 millones de km², distribuidos en nueve países sudamericanos, alberga una biodiversidad extraordinaria, con millones de especies, muchas aún desconocidas.
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Uno de sus roles más importantes es la regulación del clima. La selva genera los llamados “ríos voladores”: enormes volúmenes de vapor de agua que, impulsados por los vientos, provocan lluvias en regiones lejanas como el sur y el sureste de Brasil. Además, la Amazonía actúa como un potente sumidero de carbono, absorbiendo CO₂ y ayudando a mitigar los efectos del calentamiento global.
Más allá del mito, un valor irremplazable
Desmentir el mito del “pulmón del mundo” no implica restar importancia a la Amazonía. Al contrario: es momento de comprender su verdadero valor y protegerla con más urgencia. Como señala el profesor Fábio, la selva no solo mantiene la biodiversidad, sino que es una pieza clave en la lucha contra el cambio climático. La Amazonía no necesita ser el pulmón del planeta para ser su corazón ecológico.
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